“Dios me sacó del fango”, dice Serbio Abea

Serbio Abea, junto a su hijo Enmanuel. Foto : Rosa Membreño
Serbio Abea, junto a su hijo Enmanuel. Foto : Rosa Membreño

Escrito por Rosa Membreño

Ahora al basquebolista Serbio Lenín Abea Zamora se le ve correr en la cancha, sonreir, disfrutar de su familia, hijos, esposa, amigos, pero hace diez años, estaba en las calles, sumergido en las drogas, hasta que un día Dios lo salvó.

Abea, nacido en Managua, es hijo de María Zamora y Féix Abea, pero a los dos años de edad, sus padres se separaron y se fue a Carazo donde unos familiares a donde aprendió a trabajar en el campo, arando, sembrando y cortando caña y maíz.

A los 11 años, Abea retornó a Managua, pero no le gustaron los estudios, solo una cancha de basquet que quedaba frente a su casa en las Américas Dos “Solo miraba jugar, me enamoré del baloncesto, y a los 15 años empecé a jugar en una liga de San Judas y a los 17 años ya estaba en Primera División”, relata el atleta, padre de dos hijos.

EL INFIERNO Y LA LUZ

Mientras Abea, se daba a conocer por su talento en las canchas también fue atrapado por las drogas por medio de sus amigos desde los 17 años.

“En mi juventud fui rebelde, tomaba decisiones sin medir las consecuencias, probé las drogas por curiosidad. Jugaba bien drogado, estuve preso varias veces, estuve en el hospital por una puñalada, tengo señas en mi cuerpo porque yo me cortaba, estaba en un estado depresivo, sentía un vacío espiritual en mi corazón”, relata Abea.

Serbio asegura que un día le pidió a Dios le ayudara a cambiar su vida, y en el 2005, gracias a un amigo fue a un Centro de Rehabilitación en Carazo, donde Dios lo salvó.

SU GRAN TESORO

Tras dejar las drogas, a Serbio Abea se le abrieron las puertas deportivamente, y fue parte del equipo que ganó medalla de oro ante Panamá en el 2010.  Ahora disfruta de su familia, de sus hijos Juan David (9 años), Enmanuel (de 4 años) junto a su esposa Natalia Barahona, quien está embarazada.

 

 

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